Archivos Mensuales: marzo 2016
AL RIGURUMENTO. Juegos de la infancia
Al Rigurumento
En Juegos de infancia IV, Arcera y sus vecinos nº 7 año 2003
Este es otro juego de esos, que al igual que el Chorro-Morro uno tenía que agacharse y hacer el burro, pero con las reglas mucho más sencillas aunque se requería también de algo de fuerza para su desarrollo. Como siempre, de entre todos los chavales participantes, lo primero que se hacía era sortear quién iba a adoptar la postura de burro, y el orden de los saltadores que ya no era tan importante.
El burro se colocaba agachado, normalmente con las manos agarrándose las rodillas, y con la cabeza bien baja para procurar que al saltar sobre él no la tocasen, cuando no tenía la cabeza bien inclinada el saltador debía advertirle gritándole “cabeza al pucheru”.
El juego consistía en pasar cada niño por encima del burro, y para ello se daba el salto apoyándose con las manos en la espalda y con las piernas bien separadas. Había que aguantar en el sitio a medida que procedían los saltadores simulando y recitando una canción.
A las estrofas se le ha buscado una rima al número de salto, y se observa principalmente la utilización de los Santos en su determinación.
Si se realizaba mal el salto, o se olvidaba o cantaba mal la letra de la canción, o se olvidaban de ejecutar cada una de las canciones o postura, el saltador perdía y pasaba directamente a ser burro.
Terminada la canción, el burro se estiraba, y vuelta a empezar, continuando de igual modo hasta que alguien perdiese.
La versión de la canción más generalizada es ésta:
-A la una, anda la mula
– a las dos, con coz ó el ruiseñor ó el reloj.
(Se le daba una coz con el tacón, en el culo del burro mientras se ejercitaba el salto)
– a las tres, San Andrés
– a las cuatro, San Ignacio
– a las cinco, San Francisco
– a las seis, merendéis
– a las siete, cachete
(Se apoyaban las manos al brincar, dando unas palmadas en la espalda del burro)
– a las ocho, bizcocho
– a las nueve, empina la bota y bebe
– a las diez, otra vez
(Se repetía el beber en bota)
– a las once llama el conde
(Con una mano se apoyaba y con la otra se le propinaba un golpe)
– a las doce responde.
LIRONES Y BRAGAS DE CUCU
LIRONES y BRAGAS DE CUCU
Las primeras flores, en Arcera y sus vecinos nº 5, verano 2001
Las «Bragas de cucu» y los «Lirones» son las flores que dan la primera alegría a nuestros prados, y por lo tanto las anunciadoras de la primavera.
BRAGAS DE CUCU
La «Braga de cucu» es una prímula, palabra procedente del latín que significa «primera». En Arcera podemos ver dos especies de prímulas silvestres, de las ocho que viven en España, en concreto la «Braga de cucu» es la «prímula veris». La podemos encontrar en el mes de Abril ya en gran abundancia por los prados de siega, aunque prefiere los matorrales, linderos de los prados y linderos del bosque.
Prímula veris: Sus flores amarillas tienen un intenso perfume,
cada flor tiene cinco pétalos y cinco manchas naranjas en su garganta.
La otra prímula es muy similar a la anterior, pero no es tan conocida, ya que su hábitat preferente ya es dentro del bosque y matorrales más sombríos. No tiene un nombre vulgar de referencia en el pueblo, pero fuera, la suelen llamar «Manguitos» y es la «Prímula elatior». Difiere de la anterior en que el color de sus flores es de un amarillo más débil y están débilmente perfumadas, además de que su floración es algo más temprana.
Prímula elatior
Destacar que estas prímulas tienen asegurada la polinización de sus flores, gracias a las abejas y abejorros, ya que florecen muy temprano antes incluso que los árboles saquen sus hojas arriesgándose a no ser polinizadas debido a la escasez de insectos en esta época del año.
LOS LIRONES
El «lirón» es un narciso, y su belleza se debe a su temprana floración. En Arcera podemos apreciar cuatro especies de narcisos.
El «Lirón» (Narcissus bulbocodium) es el narciso que florece en nuestros prados de siega, una vez que ya salimos del letargo invernal, y cuando la hierba comienza a despuntar. Esta planta es de pequeño porte y estrechas hojillas, las flores tienen la forma tan característica del embudo, con un color amarillo dorado.
Típico lirón de prado (Narcissus bulbocodium)
Otro narciso no tan visible como el anterior es el Narcissus triandrus, su hábitat preferente son los linderos del bosque y los bosquetes claros del pueblo. Su tamaño es parecido al del Lirón aunque no es tan abundante, su color amarillo es más claro y florece un poco más tarde, la flor es en forma de campanilla. Se distribuye en agrupaciones dispersas siendo fácil su localización. El bosquete de «San Pantaleón» hacia «San Marcos»(La Mata Encimera) es uno de sus lugares preferidos.
Narcissus triandrius
Para encontrar este otro narciso ya tenemos que adentrarnos en «La Cotorra«, es el llamado «Narciso Trombón» (Narcissus pseudonarcissus), su peculiar característica frente a los otros narcisos es su gran porte, muy similar al que cultivamos en nuestros jardines. Su porte entre 30 y 50 cm de altura y sus flores de gran tamaño y perfumadas, hace que se le considere como el rey de los narcisos. Solo le podremos encontrar en las zonas ya claras del bosque camino a La Aldea.
Narciso trombón en La Cotorra
Por último existe un narciso de dimensiones reducidas, el Narcissus odoratus, una de las especies vegetales únicas del entorno. A su color amarillo le acompaña un gran perfume pese a lo diminuto que es. Su lugar preferido son las zonas rocosas de “El Montezucu”.
Narcissus odoratus en El Montezucu
LA SEMANA SANTA EN ARCERA
SEMANA SANTA EN ARCERA,
de Arcera y sus vecinos nº6, verano 2002
El miércoles Santo se cantaban las TINIEBLAS. Por la tarde se encendían todas las velas de la iglesia. En cada Salmo o Sagrada Escritura se iban apagando velas hasta que al final no quedaba ninguna encendida. Entonces tocaban los chavales dentro de la iglesia las ranas y matracas.
En Jueves Santo (y viernes Santo), tapaban todos los Santos de los Altares con un paño morado y ya no se tocaban las campanas, porque el Señor había muerto. Tampoco se tocaba música, ni se bailaba, solo se oía el ruido de las ranas o las matracas, que solían tocar los chavales para los Santos oficios.
Este día tenía lugar la procesión del Santísimo, solemne ceremonia que se celebraba en el interior de la iglesia de la Santa Cruz, y en la que se llevaba bajo PALIO del Altar Mayor del que antiguamente ocupaban la Virgen del Rosario y hoy en día, la Inmaculada.
En primer lugar iba, la cruz parroquial cubierta con un paño morado, a los lados los faroles y atrás el cura bajo Palio, con los monaguillos a cada lado.
El cura iba vestido con las prendas de rigor para el momento, que consistían en amito, alba, cíngulo, estola, que iba cruzada en el pecho, capa pluvial y sobre ésta, otra blanca con la que tapaba el Santísimo. El cura llevaba la llave y se cantaba el “Veni Creator”.
Se hacía el Via Crucis, en la iglesia, cada uno con su misal haciendo lo que correspondía en cada cruz.
La noche de todos los Santos, al día de los difuntos, los mozos del pueblo tocaban las campanas “a muertos” durante toda la noche. El pueblo les regalaba un cordero u oveja y vino, lo preparaban esa noche y lo cenaban, mientras se turnaba normalmente de dos en dos para ir a tocar las campanas: “ blon – blon – ton – tin – tan – tin – tin – tin – tin – tan – tan – tin – tan – tin …” van aumentando el ritmo hasta dar con las dos campanas al mismo tiempo y paraban. Al rato volvían a repetir, se tocaban de 3 a 4 veces.
No faltaron las bromas que se gastaban entre los mozos. Algunos mientras los otros tocaban se cubrían con una sábana y se escondían en el primer piso del campanario para asustar a los otros cuando bajaban. En otras ocasiones clavaban velas encendidas en una calavera auténtica y las ponían en el pórtico. ¡Y dicen que los jóvenes de hoy tenemos malas ideas!.
El domingo de Pascua los chavales iban a San Pantaleón o a las eras de “La Costana” a comer rosco con chorizo y panceta.
Bula para poder comer carne durante la Semana Santa:
Indulto de la ley de ayuno y abstinencia para 1957.
Indulto de 3ª clase. Limosna: 5 pesetas.
LAS MARZAS. MARZO FLORIDO SEAS BIENVENIDO…
LAS MARZAS
Tradición hoy prácticamente desaparecida, tiene su origen en un rito ancestral agrario y responde al despertar de la primavera y por tanto a la alteración hormonal de mozos y mozas. Los “marzantes” salían a anunciar la venida del primer mes estacional, dedicado a la agricultura y que correspondía con el actual mes de marzo.
La última noche de febrero los mozos del pueblo, pedían las marzas por las casas entonando canciones. Los mozos que participaban por primera vez eran los encargados en cargar con el saco de las limosnas. Al llegar a la casa saludaban diciendo:
“¿Cantamos o rezamos?, lo que nos manden haremos”.
Si les decían cantar, entonaban las marzas y si no, rezaban un responso por los difuntos de la casa.
“Marzo florido seas bienvenido, seas bienvenido,
con el mucho pan con el mucho vino, con el mucho vino,
Traemos un burro cargado de arvejas, cargado de arvejas,
que viene de cocos hasta las orejas.
Traemos un burro cargado de nada, cargado de nada,
que no come trigo, paja ni cebada, paja ni cebada,
que come chorizo y buenas tajadas y buenas tajadas.
Traemos un burro cargado de aceite, cargado de aceite,
para freir los huevos que nos de la gente, que nos de la gente.
La gente del pueblo, les daba lo que podía, huevos, chorizo, pan,…
Recibida la limosna se despedían cantando:
“De esta buena casa bien contentos vamos, bien contentos vamos,
De la buena gente que en ella dejamos, que en ella dejamos.”
ARCERA Y EL LOBO: ORDENANZAS DEL CALLEJO DE LOBOS Y CUENTO DEL LOBO DEL CULO PELAO
ORDENANZAS DEL CALLEJO DE LOBOS DEL CONCEJO DE LOS CARABEOS 1794
(…) Eso me hizo recordar un texto con el que tuve oportunidad de trabajar hace ya un tiempo. Uno de esos documentos achacosos, ajados por el tiempo, con folios que crujen al pasarlos y, sin embargo, aparecen perfectamente conservados cientos de años después de haberse escrito (supongo que sobre esto se podría sacar alguna enseñanza, pero ese es otro tema). Eran las Ordenanzas del callejo de lobos del concejo de Los Carabeos, fechadas en el año 1794.
Los callejos de lobos eran muy frecuentes en la Cantabria histórica. Básicamente hablamos de trampas en forma de cuña que se iba estrechando cada vez más hasta terminar en un foso. Diferentes batidas de vecinos (porque la caza de los depredadores era una actividad vecinal, que se llevaba a cabo por todos y en beneficio de todos) iban aventando jaurías, dirigiéndolas a la trampa, espantándolas para que huyeran en dirección al pozo de su final. Una vez allí los animales eran alanceados y dados muerte. De estos «cepos tridimensionales» aun se pueden ver restos, por ejemplo, en los montes de Novales…
En esas ordenanzas que antes citaba todo el proceso aparece perfectamente delimitado, desde quién debe de hacerse cargo de la compra de pólvora para la primera parte del acoso hasta la distancia mínima a la que niños y mujeres (sí amigo, vayan quitándose de la mente la idea del matriarcado histórico en Cantabria) tienen que situarse para no sufrir daños. La hora de la batida, el lugar donde se reúnen los batidores (por si a alguien de la zona le interesa eran, respectivamente, los sitios de El Campo en Los Carabeos, el Campo de la Hoya en Riconchos y el Campo de San Roque en Arcera), el mantenimiento anual del callejo o las multas por no acudir a este oficio obligatorio están exquisitamente reguladas en este valioso documento. Y también, claro, el reconocimiento al carácter astuto, casi sobrenatural, del lobo. Que nadie encienda fuego durante las mangas, pues huirán. Que nadie quiebre rama o corte leña en día de callejo porque el lobo, el inteligente lobo, el poderoso lobo, lo escuchará, lo sentirá, lo palpará… y huirá.
Las ordenanzas concejiles fueron cuerpos legales de carácter local que durante toda la Edad Moderna y Contemporánea (y aún antes, y después) rigieron la vida diaria en los pequeños núcleos rurales de Cantabria. Cada pueblo tenía sus propias ordenanzas, e incluso algunos espacios comunes, como los callejos de lobos, contaban también con ellas. La figura del lobo aparece frecuentemente citada, con una mezcla indisimulada de temor, odio y respeto. Respeto por su perspicacia, por ese carácter casi sagrado que se le ponía de tan sutil, de tan intuitivo. Y temor por los ataques, a ganado, sí, pero también a personas, a sarrujanes, a niños. Y en muchos de esos textos se documenta, meticulosamente, el premio que tiene quien mate a un lobo. Más si es un macho adulto o una hembra preñada. Menos por cada cachorro. Más si es invierno, menos si es verano. Y etcétera. (…)
De lobos, urbanitas y filósofos. Marcos Pereda. El diario.es, 09/01/2016,
http://www.eldiario.es/norte/cantabria/primerapagina/lobos-urbanitas-filosofos_6_471462865.h
EL CUENTO DEL LOBO DEL CULO PELAO.
Iban unas mujeres por el camino de Trasdecampo a La Aldea a las bodas del Tío Perico e iban cantando:
– “Al lobo no tememos, al lobo no tememos”;
cuando en medio del camino, les salió el lobo y les pregunta:
– “¿Dónde vais?, tengo mucha hambre y os voy a comer”.
-Vamos a La Aldea muy deprisa a la boda del Tío Perico; mira que brazos tenemos, espera a que volvamos, que habremos comido bien y estaremos más gorditas”.
Al volver de la fiesta
– “Lalarararita voy pa mi casita”, les salió de nuevo el lobo:
–¿de dónde venís?
– De las bodas del Tío Perico.
– Pues ahora sí que os voy a comer.
¡Uhiii!, mira, por ahí atrás vienen unos hombrones con unos escopetones preguntando por el lobo del culo pelao.
¡Ah porra, que yo soy!
Y echó a correr.
ESCRIÑO DE ARCERA. 2015. MUSEO ETNOGRÁFICO DE CANTABRIA, MURIEDAS.
Escriño de Arcera, pieza del mes del Museo Etnográfico de Cantabria
Publicado el 10/04/2015 por Noticias de Camargo
Este mes de abril el Museo Etnográfico de Cantabria, ubicado en Muriedas, ha elegido como pieza del mes un escriño procedente de Valdeprado del Río recogida en 1965.
Este utensilio ha desempeñado un papel esencial en la cocina y la despensa. Consiste en un cesto grande, de forma globular y con una tapa que debe ajustar a la perfección. Para su elaboración se emplea una de las técnicas más antiguas, la cestería en espiral, que se aplica a materiales finos y muy moldeables.
Es un recipiente magnífico para conservar la harina, el grano, legumbres, patatas y toda una gran variedad de alimentos, en las mejores condiciones posibles de humedad y ventilación y, además, fuera del alcance de roedores e insectos. Mantener los escasos alimentos cosechados en las mejores condiciones posibles era vital para la subsistencia de la unidad familiar. Si a esto añadimos que con la llegada del invierno, los caminos se hacían impracticables y las comunicaciones se veían continuamente interrumpidas, entenderemos, la importancia de tener convenientemente almacenados los productos.
“El oficio de la cestería ha sido considerado tan humilde y sencillo, que apenas ha recibido atención fuera de la etnografía y la antropología. La explicación puede encontrarse en que la confección de esos objetos, se destinaba a satisfacer las necesidades más inmediatas y cotidianas de las gentes, principalmente del campo y de la mar, buscando la funcionalidad y dejando la estética a un lado. Con la introducción del plástico, más resistente y barato, la cestería quedará relegada a trabajos artesanales de carácter ornamental”, explican desde el Museo.
El clima lluvioso y húmedo de Cantabria, ha hecho posible que contemos con una gran variedad de árboles que han proporcionado a artesanos y campesinos, diversidad de maderas para hacer los cestos más adecuados en función del uso al que estuvieran destinados.